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11394 Ebook transkrypt - 20 pierwszych stron:

 

PAJA GENE WOLFE Se puede "racionalizar" este relato diciendo que es una narraci�n de lo que suceder� tras la Bomba, o que es un cuento que pasa en un universo alterno, o una historia sucedida en una colonia perdida.. cualquier cosa. De lo que no cabe duda es de que se trata de un buen ejemplo de lo que los estadounidenses han venido a llamar "vineta", es decir una pequena narraci�n que ni se inicia ni acaba, pero que sirve para, con unas pinceladas bien aplicadas, describir toda una ambientaci�n un fondo sobre el que podemos imaginar lo que deseemos. Si, recuerdo muy bien como mat� a mi primer hombre; ten�a s�lo diecisiete anos. Aquel d�a, hacia el mediod�a, una banda de gansos vol� bajo nosotros. Recuerdo haberlos mirado sobre la borda de la canasta y que pens� que ten�an el aspecto la cabeza de una pica. Naturalmente, aquello era un presagio, pero no le prest� atenci�n. Era un claro d�a de otono... un poco fr�o. Lo recuerdo. Deb�a ser hacia la mitad de octubre. Buen tiempo para usar el globo. Clow tend�a la mano cada cuarto de hora o as�, echando algunos punados de paja al brasero, y eso era lo �nico necesario. Habitualmente vol�bamos a un par veces la altura de un campanario. ?Nunca han estado en un globo? Bueno, o muestra c�mo han cambiado las cosas. Antes de que apareciesen los aer�statas, casi no hab�a ning�n combate, y las espadas a sueldo ten�a que viajar por todo el continente, buscando alg�n lugar en que combatir. Y les aseguro que un globo es mucho mejor que el tener que ir caminando. Miles (que era nuestro capit�n en aquellos d�as) dec�a que en donde hab�a tres soldados juntos, era seguro que alguno iba a lanzar una flecha contra el globo, pues era un blanco demasiado grande para poder resist�rsele, y eso le mostraba a uno donde estaban los ej�rcitos. No, eso no nos hubiera matado. Tendr�a que rajarse el globo de arriba abajo antes de que cayese con rapidez, y un pequeno agujero como el producido por la cabeza de una pica solo servir�a para hacernos saber que hab�a alguien all� abajo. Y ya que estamos aqu�, les dir� que las cestas no se balancean, como piensa la gente. ?Por qu� iban a hacerlo? No notan el viento, pues est�n viajando con el mismo. Cuando est� en una de ellas, un hombre parece colgar del cielo, y el mundo gira bajo �l. Lo puede o�r todo: cerdos y gallinas, y el chirrido de una polea al sacar agua de un pozo. �Buen tiempo para volar �me dijo Clow. Asent� con la cabeza. Supongo que con bastante solemnidad. �En tiempo como este se tiene todo el empuje hacia arriba que se quiera. Cuanto m�s fr�o hace, mejor se sube. Al calor del fuego no le gusta el fr�o, y trata de escapar de �l. Al menos eso es lo que dicen. La rubia Bracata escupi� por sobre la borda. �No hay nada en nuestras tripas�dijo�. Eso es lo que nos hace subir. Si tampoco comemos hoy, no tendr�s que encender el fuego manana... yo sola os podr� subir. Era m�s alta que cualquiera de nosotros, exceptuando Miles, y la m�s robusta de todos nosotros; pero Miles no hac�a distingo de su tamano cuando repart�a la comida, as� que supongo que tambi�n era la que pasaba m�s hambre. �Deber�amos haber acabado con alguno de los tipos de ese �ltimo grupo que encontramos alrededor del fuego. Al menos, as� nos hubi�ramos quedado con su pote de cocido. Miles neg� con la cabeza. �Eran demasiados. �Hubieran huido como conejos. �?Y si no lo hubieran hecho? �No ten�an armaduras. Inesperadamente, Bracata intervino en favor del capit�n. �Eran veintid�s hombres y catorce mujeres. Los cont�. �Las mujeres no hubieran luchado. �Antes, yo era de uno de esos grupos. Y hubiera luchado. La suave voz de Clow anadi�: �Casi cualquier mujer lucha, si se puede colocar a espaldas de uno. Bracata lo mir�, no muy segura de si estaba apoy�ndola o no. Ten�a puestos sus guantes de combate (era tan buena con ellos como cualquier otro luchador que jam�s haya visto) y recuerdo que, por un instante, pens� que iba a balancearse sobre Clow, all� mismo en la cesta. Est�bamos apretados como polluelos en el nido, y de haber luchado, se hubieran necesitado al menos tres de nosotros para tirarla al exterior... y antes de eso nos hubiera matado a todos, supongo. Pero le ten�a miedo a Clow. Luego, descubr� el porqu�. Creo que respetaba a Miles, por su valor y su juicio, pero sin tenerle miedo. No le importaba demasiado Derek, en ning�n sentido, y, naturalmente, en lo que a ella concern�a yo era como si no estuviese all�. Pero le ten�a un poco de miedo a Clow. Y Clow era el �nico del que yo no ten�a miedo... pero eso tambi�n es otra historia... �Pon m�s paja�dijo Miles. �Ya casi no queda. �No podemos aterrizar en este bosque. Clow agit� la cabeza y anadi� paja al fuego del brasero... aproximadamente la mitad de la que echaba habitualmente. Nos est�bamos hundiendo hacia lo que parec�a una alfombra roja y dorada. �De cualquier modo, al menos nos dieron paja�dije, solo para que los otros supieran que estaba all�. �Uno siempre puede conseguir paja �me dijo Clow. Hab�a tomado un dardo de lanzar y estaba haciendo ver que se limpiaba las unas con el mismo�. Incluso de los porquerizos, gente de la que uno piensa que no tendr�a por qu� tener. Nos la consiguen para librarse de nosotros. �Bracata tiene raz�n�dijo Miles. Daba la impresi�n de que no nos hab�a o�do ni a Clow ni a m�. Tenemos que conseguir comida hoy mismo. Derek resopl�. �?Y si hay unos veinte? �Nos cargamos a uno. ?No es eso lo que t� has sugerido? Y si hay que luchar, pues luchamos. Pero es necesario que comamos hoy�me mir�. ?Qu� es lo que te dije cuando te uniste a nosotros, Jerr? ?Mucho dinero, o nada? Pues hoy toca nada. ?Quieres dejarnos? �No, a menos que quer�is que lo haga �le respond�. Clow estaba recogiendo las �ltimas briznas de paja del saco. Apenas si era un punado. Mientras lo echaba al brasero, Bracata pregunt�: �?Vamos a posarnos en los �rboles? Clow agit� la cabeza y senal�. A lo lejos, en la distancia, pod�a ver un punto blanco sobre una colina. Parec�a demasiado lejos, pero el viento nos llevaba hacia all�, y creci� y creci� hasta que pude ver que era una gran casa, construida toda ella con ladrillos blancos, y provista de jardines y edificios auxiliares, y un camino que llegaba hasta la puerta. Supongo que ya no queda nada como eso. Los aterrizajes son la parte m�s excitante de un viaje en globo, y a veces tambi�n la m�s desagradable. Si uno tiene suerte, la cesta se queda en pie. No la tuvimos. Nuestra canasta tropez�, cay� de lado y fue arrastrada por la bolsa, que luchaba con el viento y no quer�a descender, a pesar de lo fr�a que ya estaba. Si a�n hubiera habido fuego en el brasero, supongo que hubi�ramos prendido en llamas la pradera. Tal como estaban las cosas, nos vimos arrastrados como munecos. Bracata cay� encima m�o, tan pesada como una piedra. Y ten�a los garfios de los guantes sacados, tratando de clavarlos en el c�sped para lograr detenerse, por lo que, por un momento, pens� que iba a matarme. La pica de Derek hab�a estado cargada y el seguro se solt� en la confusi�n: la cabeza sali� disparada a trav�s de los campos, casi d�ndole a una vaca. Para cuando recuper� el aliento y pude ponerme en pie, Clow ya controlaba la bolsa y la estaba recogiendo. Miles tambi�n estaba en pie, poni�ndose bien su cota de mallas y el cinto de la espada. �A ver si tienes aspecto de soldado �me grit�. ?D�nde est�n tus armas? Una maza de pinzas y mi pica era todo lo que ten�a, y la maza de pinzas hab�a ca�do de la cesta. Tras cinco minutos de buscarla, la encontr� entre la alta hierba y fui a ayudar a Clow a plegar la bolsa. Cuando hubimos terminado, la metimos dentro de la cesta y colocamos nuestras picas a trav�s de las anillas de los lados, para poder transportarla. En aquel momento ya pod�amos ver a unos hombres a caballo que bajaban de la casona. �No podremos enfrentarnos contra jinetes en este campo�dijo Derek. Por un instante vi como Miles sonre�a. Luego, se puso muy serio. �Antes de que pase media hora ya nos habremos cargado a algunos de esos tipos. Derek estaba contado, y tambi�n yo. Ocho jinetes, con un carro que les segu�a. Varios de los jinetes ten�an lanzas, y pod�a ver como el sol parpadeaba sobre cascos y corazas. Derek comenz� a golpear el mango de su pica contra el suelo, para cargarla. Le suger� a Clow que tendr�amos un aspecto m�s amistoso si recogi�semos el globo y fu�ramos al encuentro de los jinetes, pero neg� con la cabeza. �?Para qu� molestarnos? El primero de ellos hab�an llegado a la verja que rodeaba el campo. Montaba un ruano que dio un limpio salto sobre la valla y lleg� al galope hacia nosotros, pareciendo tan alto como una torre. �Saludos�le dijo Miles�. Si estas tierras son vuestras, caballero, os damos las gracias por vuestra hospitalidad. No hubi�ramos entrado en ellas si no fuera porque nuestra artefacto se ha quedado sin combustible. �Os doy la bienvenida�respondi� el jinete. Era tan alto como Miles, o m�s por lo pod�a ver, y tan ancho de espaldas como Bracata�. Lo primero es lo primero, como se acostumbra a decir, y lo hab�is hecho ning�n dano. Tres de los otros hab�an saltado con sus caballos sobre la verja, tras �l. El resto estaba quitando los travesanos para que el carro pudiera pasar. �?Ten�is paja, senor? �pregunt� Miles. Pens� que hubiera sido mejor si le hubiera pedido comida�. Si nos pudierais dar unos atados de paja ya no os molestar�amos m�s. �No hay por aqu�dijo el jinete, abarcando los campos que nos rodeaban con un gesto de su brazo enfundado en mallas�. Pero, no obstante, estoy seguro de que mi administrador os podr� encontrar algo. Venid a mi sal�n para tomar un bocado de carne y un vaso de vino, y luego podr�is hacer vuestro ascenso desde la terraza; a las damas les encantar� veros, de eso estoy seguro. Pues supongo que sois espadas voladoras, ?no? �Eso somos �afirm� nuestro capit�n�, pero, en cualquier modo, tambi�n somos personas de buen car�cter. Nos llamamos los Cinco Fieles... ?No habr�is o�do hablar de nosotros? Somos animosos y feroces luchadores del aire, como se dice entre los que usamos el globo. Un joven, que hab�a detenido su montura junto a aquel al que Miles llamaba "caballero", resopl�: �Si ese cr�o es animoso o un feroz luchador, soy capaz de comerme sus calzones. Naturalmente, no debiera haberlo hecho. Siempre he sido muy quisquilloso toda mi vida, y eso me ha metido en m�s l�os de los que podr�a contarles aunque estuviese hablando hasta la puesta del sol, si bien debo reconocer que las cosas tampoco me han ido tan mal... pues podr�a haberme pasado la vida siguiendo al arado. Supongo que as� hubiera sido, si no hubiese derribado a Derek cuando este trat� de apoderarse de nuestros gansos. Pero ya saben c�mo son las cosas. All� estaba yo, pensando en m� mismo como un duro soldado aer�stata, y entonces ten�a que o�r algo como aquello. El caso es que bland� la maza de pinzas en cuanto hube agarrado con fuerza su estribo. Ten�a miedo de que el muelle de extensi�n estuviese algo d�bil, pues jam�s hab�a usado una de aquellas cosas antes, pero funcion� bien: las pinzas lo aferraron por el sobaco izquierdo y entre la oreja y el hombro derecho y le hubiera partido el cuello con facilidad si no hubiera llevado puesta una gargantilla. Tal como estaban las cosas, lo arranqu� de su montura limpiamente y saqu� la pequena daga que iba enfundada en el mango de la maza. Un par de los otros jinetes aprestaron sus lanzas, y Derek coloc� el dedo sobre el seguro de su pica; de modo que parec�a como si, despu�s de todo, fuera a haber una buena lucha. Pero el "caballero" (luego me enter� de que era el Bar�n Ascolot) le dio un grito al joven que yo hab�a derribado de su silla, y Miles me grit� a mi y me agarr� por la muneca izquierda, de modo que todo qued� en nada. Cuando hubimos movido el muelle, abierto la maza y retra�do las pinzas, Miles dijo: �Caballero, lo castigar�. Puede confiar en mi. Y ser� severo, se lo aseguro. �No, a fe m�a �declaro el Bar�n�. Esto le ensenar� a mi hijo que tiene que cuidar m�s su lengua cuando est� en compan�a de guerreros. Lo han educado en mis salones, capit�n, en donde todo, el mundo dobla la rodilla ante �l. Tiene que aprender que no ha de esperar tal cosa de los desconocidos. Entonces lleg� el carro, tirado por dos excelentes mulas (cualquiera de las cuales supuse, habr�a valido tanto como el terreno de mi padre) y, urgidos por el Bar�n, cargamos nuestro globo en �l, y subimos encima, sent�ndonos sobre la bolsa. Los jinetes se marcharon al galope y el carretero hizo restallar su l�tigo sobre los lomos de las mulas. �Un buen lugar�coment� Miles. Estaba mirando hacia la gran casona, que era el lugar al que nos dirig�amos. �Yo dir�a que es un palacio�le susurr� a Clow, y Miles me oy� y me dijo: �Es una villa, Jerr... la propiedad campestre no fortificada propiedad de un caballero. Si tuviera un muro y una torre, ser�a un castillo, o al menos un castillete. Delante hab�a jardines, muy bellos, si no recuerdo mal, y una fuente. El sendero se deten�a ante la puerta y bajamos y entramos en el vest�bulo, en donde el mayordomo del Bar�n, que iba vestido de un modo m�s rico que cualquier otra persona que yo hubiera visto hasta entonces, y que era un hombre gordo de cabello canoso mand� a dos de los mozos de las caballerizas a cuidar nuestro globo mientras lo met�an en los establos. Sobre la mesa hab�a venado y carne de vacuno, e incluso un fais�n al que le hab�an vuelto a colocar todas las plumas; y el Bar�n y sus hijos se sentaron con nosotros y bebieron algo de vino y comieron un poco de pan, para cumplir con las normas de la hospitalidad. Entonces, el Bar�n dijo: �Supongo que no vol�is en la oscuridad, ?verdad, capit�n? �No, a menos que nos resulte necesario, caballero. �Entonces, como el d�a est� ya terminado no os resultar� inconveniente el que no tengamos paja. Pod�is pasar la noche con nosotros y, por la manana, enviar� a mi administrador a la aldea con el carro. Podr�n ascender a media manana, cuando las damas puedan verles perfectamente, mientras suben. �?No hay paja aqu�?�pregunt� nuestro capit�n. �Me temo que no. Pero en la aldea tienen mucha, no lo dude. La colocan en el camino para silenciar los cascos de los caballos cuando una mujer est� a punto de parir, como he podido ver en muchas ocasiones. Les har� el regalo de todo un carro de paja, si es que pueden usar tanta�el Bar�n sonri� mientras dec�a esto; ten�a un rostro amistoso, redondo y tan rojo como una manzana�. Ahora, expl�quenme qu� es eso de ser una espada voladora. Siempre me interesan las profesiones de los dem�s, y creo que la de ustedes es una de las m�s fascinantes. Por ejemplo, ?c�mo calculan lo que le van a cobrar a quien les emplea? �Tenemos dos escalados, caballero �comenz� a decir Miles. Ya hab�a o�do todo aquello antes, as� que dej� de escucharle. Bracata estaba sentada a mi lado en la mesa, as� que ten�a que hacer verdaderos esfuerzos para conseguir comer algo, y dudo que lograse probar siquiera el sabor del fais�n. Por fortuna, un par de muchachas, las hijas del Bar�n, hab�an entrado, y una de ellas comenz� a juguetear con uno de los rizos del cabello de Deerek, lo que le distrajo la atenci�n del venado, y Bracata ech� un brazo sobre los hombros de la otra para advertirla de la maldad de los hombres. Si no hubiera sido por esto, casi no hubiera podido probar bocado; pero tal como estaban las cosas, me hart� de carne de venado, hasta que tuve que desabrocharme el cinto. De donde yo ven�a, la carne, de cualquier tipo, era casi una rareza. Hab�a pensado que el Bar�n nos iba a dar camas en la casa, pero cuando hubimos comido y bebido todo lo que nos cab�a en el interior, el hombre gordo de cabello canoso nos llev� a una puerta lateral, haci�ndonos pasar a un edificio de paredes de canas lleno de catres, que supongo que se utilizaba para los trabajadores adicionales necesarios en tiempo de cosecha. No era la alcoba palaciega en la que yo hab�a estado sonando; pero estaba m�s limpio que mi casa, y hab�a un gran hogar en un extremo con troncos preparados ya, as� que probablemente era m�s confortable para mi de lo que hubiera podido ser una cama en la casona. Clow tom� un trozo de madera de cerezo y comenz� a tallar la figura de una mujer, y Bracata y Derek se echaron a dormir. Yo trat� de hablar con Miles, pero �l estaba lleno de pensamientos, sentado en un taburete junto al hogar y haciendo resonar la bolsa (que era igual que esta que llevo aqu�) que le hab�a dado el Bar�n; as� que yo tambi�n trat� de dormir. Pero hab�a comido demasiado para poderme dormir y, dado que a�n habia luz, decid� dar una vuelta por la villa y tratar de hallar a alguien con quien charlar. La parte delantera me parec�a demasiado lujosa para m�, as� que fui hacia la de atr�s, pensando que no estar�a mal asegurarme de que nuestro globo no hubiera sufrido dano alguno, y quiz� que podr�a darle otra ojeada a aquellas mulas. Tras la casa hab�a tres cobertizos, hechos en piedra hasta la altura de mi cintura y madera por encima, y luego blanqueados. Camin� hasta el m�s cercano, no pensando apenas en nada como no fuese mi tripa llena, hasta que un enorme caballo de guerra con una estrella blanca en el testuz alz� la cabeza de su pesebre y me puso en hocico sobre la mejilla. Tend� la mano y le acarici� el cuello en la forma en que a ellos les gusta. Relinch�, y me volv� para mirarlo mejor. Fue entonces cuando vi lo que hab�a en su establo. Estaba de patas sobre un palmo o m�s de la paja m�s limpia y m�s amarilla que yo jam�s hubiese visto. Mir� entonces sobre mi cabeza y all� hab�a un altillo totalmente lleno de ella. En un minuto, m�s o menos, estuve de vuelta en el edificio en el que deb�amos dormir, agitando a Miles por el hombro y dici�ndole que hab�a encontrado toda la paja que se pudiera desear. No parec�a comprenderme, al menos principio. �Carretadas de paja, capit�n �le dije�. !Si s�lo los caballos de este lugar tienen tanta paja para dormir encima como la que necesitar�amos para recorrer m�s de cien leguas! �Est� bien�me respondi� Miles. �Pero, capit�n... �Aqu� no hay paja alguna, Jerr. No para nosotros. Ahora, s� un buen chico descansa un poco. �Pero te aseguro que la hay, capit�n La he visto. Puedo traerte un casco lleno. �Ven aqu�, Jerr �me dijo, y se alz� y me llev� al exterior. Pens� que me iba a pedir que le ensenase la paja; pero en lugar de regresar a donde estaban los cobertizos, me llev� lejos de la casa, encima de un mont�culo cubierto de hierba�. Mira all�, Jerr, en la lejan�a. ?Qu� es lo que ves? �Arboles �le respond�. Quiz� haya un r�o en el fondo del valle; luego hay m�s �rboles al otro lado. �A�n m�s lejos. Mir� hacia el horizonte, donde parec�a estar senalando. All� se ve�an pequenas hebras de humo negro que se alzaban, pareciendo en la distancia como hilos de telarana. �?Qu� es lo que ves? �Humo. �Eso es paja ardiendo, Jerr. La paja de los techos de unas casas. Y por eso es por lo que aqu� no hay paja. Oro s�, pero no paja, porque a un soldado le dan paja solo cuando no es bienvenido. Esos de ah� llegar�n al r�o a la ca�da del sol, y me han dicho que puede ser vadeado en esta estaci�n del ano. ?Lo comprendes ahora? Llegaron aquella noche, al alzarse la luna. 1

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